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Él aprendió a correr su bicicleta y yo a ser una mejor mamá


Cuando uno tiene un hijo en su mente se hace una película de lo que uno va a hacer y que no va a hacer para su crianza. Yo siempre planifique que el corriera bicicleta conmigo. Mi hijo desde pequeñito ha corrido bicicleta ya que he sido muy insistente con el asunto. Lo que yo no sabía era lo que él me enseñaría a mí.

Hay cinco lecciones que aprendí al correr juntos que creo a todos les pueden servir, sea que corran bicicleta o en la crianza de sus hijos:

Disfrutar la corrida: Las corridas con niños son a su propio ritmo. A diferencia que cuando se corre con adultos que se está pendiente a mantener el paso; ellos hacen mil paradas, se fijan en todo, encuentran detalles en las rutas que yo ni me había dado cuenta pasado muchas veces por allí. Se disfrutan realmente el ciclomontañismo o el momento.

No tengo el control: Planificamos una corrida desde el día anterior dejamos todo montao y a la hora de salir a uno le falta el casco y al otro nene le faltan las botellas de agua. Una anécdota sobre este tema fue que en una bicicletada familiar nos dejaron una goma nueva perdida y no nos enteramos hasta cuando estábamos en casa. Estos eventos me han enseñado a tener flexibilidad en mis planes y a cogerlo a chiste para no frustrarme.

Mis prioridades cambiaron: Mi hijo se merece todo mi tiempo y dedicación aunque esto signifique que tenga postergar el disfrute de mi bicicleta o de mis actividades para los fines de semana.

Foto: MTB Culture

No somos perfectos: A veces la ruta se pone desafiante y mi instinto de madre se activa. Comienzo a decirle que hacer: “si hubieses hecho esto hubieses subido” y sinceramente me molesto porque no me hace caso. La contestación de él es siempre la misma “no soy perfecto”. Con ese asunto tengo que trabajar por me hace perder la paciencia. Sé que Dios no me dio un hijo para que lo hostigara a ser un campeón de ciclismo sino para que lo enseñara, lo respetara y lo ayudara.

Foto: Las 100 Series

Aprender de los errores: En marzo de este año por primera vez mi hijo y yo competimos en una categoría de madre e hijo. La ruta la hicimos en buen tiempo. Esa actividad la recuerdo no por el premio que ganamos sino por la metía de pata que hice ese día. Ya estábamos llegando a la meta, yo frené súbitamente para esperar a mi nene creyendo que él no estaba pegado a mí. Recuerdo el ruido de la goma y ver a mi hijo volando hasta caer en la brea frente a mí. La audiencia empezó a gritar, un compañero ciclista lo levantó, a mí me templaba todo el cuerpo. Demás está decir que jamás olvidare ese accidente. Gracias a Dios el caso lo protegió y solo se hizo unos rasguños en las piernas. Los errores son parte de cualquier aprendizaje y aunque pueden ser un motivo de frustración debemos tratarlos de convertirlos en un motivo de superación.

Mi hijo, como un buen entrenador, me ayuda a aprender de mis errores y a que me dé cuenta de cómo puedo mejorar para ser una mejor madre en el futuro.


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